Qué es y cómo se hace un clarete

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El clarete es un estilo de vino enraizado en la tradición vitivinícola española. En los últimos años ha ido recuperando protagonismo entre enólogos y aficionados que buscan autenticidad y expresión del terruño en su copa.

¿Qué es un vino clarete?

El clarete es un vino elaborado a partir de una fermentación conjunta de uvas tintas y blancas, una práctica que históricamente se ha vinculado con zonas donde las variedades convivían en las mismas parcelas. A diferencia del rosado —que se obtiene a partir del mosto de uvas tintas con un corto contacto con los hollejos—, el clarete nace de un coupage natural en la fermentación, en el que las proporciones entre uvas tintas y blancas definen su color, estructura y perfil aromático.

Su tonalidad, que va del rosa frambuesa al rojo rubí pálido, refleja esa dualidad. En boca suele ofrecer mayor cuerpo que un rosado pero menos tanicidad que un tinto joven, con una notable frescura y un carácter frutal que lo hace muy versátil.

El proceso de elaboración

El proceso comienza con la vendimia conjunta o separada de las variedades tintas y blancas que se destinarán al clarete. En regiones tradicionales, como la Ribera del Duero o Cigales, es común que la mezcla se realice en el propio lagar, con porcentajes aproximados del 60–70 % de uva tinta (generalmente Tempranillo) y el resto de uvas blancas como Albillo Mayor o Verdejo.

Las uvas se estrujan y el mosto fermenta con los hollejos durante unos días, dependiendo de la intensidad de color deseada. Tras la fermentación alcohólica, se procede al descube y prensado, y el vino se clarifica y estabiliza antes de su embotellado. Algunos productores optan por una crianza corta en barrica o sobre lías, buscando mayor complejidad aromática y textura.

El resultado es un vino que combina la ligereza aromática de las variedades blancas con la estructura y profundidad aportadas por las tintas.

Zonas de producción destacadas

Aunque el clarete ha sido históricamente común en varias regiones de España, hay denominaciones que se han convertido en referentes de este estilo:

  • Cigales (Castilla y León): probablemente la zona más emblemática del clarete. Aquí se elabora siguiendo métodos tradicionales, con Tempranillo, Garnacha y variedades blancas autóctonas. Los claretes de Cigales son reconocidos por su equilibrio entre frescura, estructura y una elegante fruta roja.

  • Ribera del Duero: aunque hoy es más conocida por sus tintos, esta región ha conservado la práctica ancestral de elaborar claretes, algunos bajo el nombre de “rosado de guarda”. Bodegas como Bodegas Valduero o Arzuaga Navarro han recuperado este estilo con interpretaciones modernas que respetan la tradición.

  • Rioja Alta y Rioja Oriental: donde el clarete convivió durante décadas con los vinos tintos clásicos. Algunas bodegas han retomado su producción, utilizando Garnacha, Tempranillo y Viura para recrear el perfil histórico.

Fuera de España, existen estilos similares aunque con otras denominaciones. En Francia, ciertos rosés de maceración corta de Burdeos o el valle del Loira pueden recordar al clarete por su equilibrio entre color y cuerpo, pero el concepto enológico y cultural es distinto.

Tradición y futuro

El clarete, durante mucho tiempo relegado a un segundo plano frente a los rosados modernos, está viviendo un renacimiento. Su carácter auténtico, su vínculo con la viticultura mixta y su versatilidad gastronómica lo posicionan como un vino de identidad territorial y valor enológico.

En tiempos en que los consumidores buscan vinos con historia y sentido de lugar, el clarete vuelve a brillar como una expresión viva de la tradición española, capaz de unir en una misma copa el alma blanca y tinta de los viñedos más antiguos.


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