El mildiu (también llamado “mildiu velloso” o “gota”) es una enfermedad de la vid provocada por el oomiceto Plasmopara viticola. Aunque no es un hongo verdadero, su ciclo y efectos biológicos lo acercan en mucho al comportamiento de los hongos patógenos, y constituye una de las principales enfermedades que afectan a la vid en regiones templadas.
Este patógeno puede permanecer latente durante el invierno en forma de oosporas (esporas sexuales de resistencia) en hojas caídas o tejidos vegetales infectados. Es capaz de iniciar nuevas infecciones cuando las condiciones climáticas se vuelven favorables (primavera y comienzos de verano).
Cómo afecta el mildiu a la vid
El mildiu prospera cuando se dan condiciones de humedad elevada y temperaturas moderadas (entre aproximadamente 10 °C y 30 °C). Se instala en las hojas jóvenes, donde forma manchas amarillentas conocidas como “manchas de aceite”. En el envés se desarrolla un fino micelio blanco, visible en las primeras horas del día, cuando la humedad es alta. Con el avance de la infección, las hojas se necrosan y caen prematuramente, reduciendo drásticamente la capacidad fotosintética de la planta. Los racimos también se ven afectados: las bayas se marchitan, se cubren de moho y terminan cayendo antes de madurar.
Se utiliza con frecuencia la llamada “regla de los tres 10”, que indica que la infección puede activarse cuando:
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Los brotes tienen al menos 10 cm de longitud
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Se producen lluvias superiores a 10 litros por metro cuadrado
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La temperatura media ronda los 10 °C o más
El ciclo típico es el siguiente:
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Las oosporas invernantes germinan con humedad suficiente, generando esporangios capaces de producir zoosporas móviles.
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Estas zoosporas nadan o son desplazadas por el agua hasta los estomas de las hojas jóvenes, donde infectan el tejido.
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Durante el periodo de incubación (que puede durar de 1 a 14 días, dependiendo de la temperatura y humedad), la infección progresa internamente sin síntomas visibles.
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Con las condiciones adecuadas durante la noche (humedad, temperatura suave), el patógeno realiza esporulación sobre el envés de las hojas: aparece un micelio blanco aterciopelado, que produce nuevos esporangios que pueden reiniciar infecciones secundarias.
Los síntomas visibles suelen aparecer primero en las hojas, y luego en otros órganos verdes:
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En el haz de la hoja: manchas verdes-amarillentas u “aceitosas”.
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En el envés de la hoja, especialmente en mañanas húmedas: un polvo blanco grisáceo (esporulación) que recubre fragmentos del tejido infectado.
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Las hojas infectadas pueden necrosarse, curvarse y caer prematuramente, reduciendo la superficie fotosintética.
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Si el ataque se extiende a los racimos (flores, bayas jóvenes, pedicelos), puede producirse “mildiu larvado” o pudrición de los granos, con pérdida directa de fruto.
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La severidad del daño depende del momento del ataque: durante floración y cuajado los racimos son muy sensibles, y los ataques en esos momentos pueden causar pérdidas totales en el fruto.
Tratamiento o prevención del mildiu
El control del mildiu se basa en la prevención y el monitoreo constante. Los viticultores suelen aplicar tratamientos fitosanitarios antes de que aparezcan los síntomas visibles, especialmente tras lluvias intensas o periodos de alta humedad. Entre los productos más utilizados figuran los fungicidas cúpricos, como el clásico caldo bordelés —una mezcla de sulfato de cobre y cal apagada—, y los fungicidas sistémicos, que penetran en los tejidos de la planta y ofrecen protección prolongada.
Estrategias preventivas y culturales
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Manejo del viñedo para mejorar ventilación y drenaje: orientar las hileras, espaciar los pámpanos, podas en verde para aumentar la penetración del aire y la luz.
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Eliminar residuos infectados: retirar hojas enfermas y restos vegetales para reducir el inóculo invernal.
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Evitar estancamientos de agua y mejorar el drenaje del suelo: reducir la humedad excesiva en las partes bajas del viñedo.
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Sistemas de alerta meteorológica y modelos predictivos: monitorear humedad foliar, lluvias, temperaturas para anticipar brotes y ajustar aplicaciones.
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Rotación de variedades o selección de cultivares más tolerantes, cuando sea posible, en programas de mejora varietal
El mildiu sigue siendo un desafío constante para la viticultura moderna. Aunque el conocimiento científico y la tecnología han mejorado las herramientas de control, la clave sigue siendo la vigilancia: observar el viñedo, anticiparse al clima y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre una cosecha exitosa y una pérdida irreparable.
La clave para limitar sus efectos está en la anticipación: conocer el ciclo del patógeno, monitorear las condiciones climáticas, aplicar fungicidas preventivos en momentos críticos y combinar técnicas culturales eficaces. La innovación sigue siendo necesaria, especialmente en el desarrollo de productos con menor impacto ambiental y en variedades de vid más resilientes.

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