A la hora de la cata de un vino el primer paso es el análisis visual. Desde lo que vemos en la copa, el vino tiene muchísima información para aportarnos. Uno de los primeros datos que tomaremos nota es el color del vino. Por el tono, la intensidad, y los reflejos podremos obtener información sobre la variedad de uva, edad del vino, crianza o evolución.
El color del vino
Al momento de buscar el color del vino se recomienda girar la copa unos 45° sobre una superficie blanca, y que el lugar esté bien iluminado. Buscaremos dos colores, uno en el centro, posiblemente más opaco, y uno a los costados, más brillante, los reflejos.
Los vinos blancos comenzarán en colores más pálidos e irán ganando en intensidad a medida que van evolucionando. Así comenzarán en un color amarillo muy pálido, y pasarán de forma ascendente a un amarillo más intenso, dorado; ambar, naranja y finalmente un amarronado.
En tanto los vinos tintos comienzan en los colores más intensos: Un vino tinto joven de una variedad de mucha extracción puede ser de un violeta intenso, y a medida que va evolucionando va perdiendo intensidad. Así la progresión sería: violeta: rubí, cereza, grante, teja, naranja y finalmente marrón.
Todos los vinos envejecen hacia color marrón. El marron es el color del vino en su final. Habrá dos formas de encontrar un vino de ese color: la primera, sufrió de oxidación, una mala guarda, es un vino muerto. Sin embargo, hay algunos vinos que tienen un potencial de guarda que les permite sobrevivir durante décadas. A medida que pasa el tiempo y ese vino sufre una microoxigenación irá cambiando de color hacia uno marrón, pero este será un vino espectacular, con unas condiciones única producto de su guarda.
Vale aclarar que hay casos con vinificaciones particulares como pueden ser un Jeréz Oloroso; un Porto Tawny; o un Vin Jaune que por su larga exposición al oxigeno tiene un color marrón, pero esa crianza les otorgó descriptores particulares identitarios.

La variedad y la vinificación afectan el color
Ahora, el color del vino varía dependiendo la variedad de uva y la extracción de color que obtenga del proceso de vinificación. Algunas cepas son más coloridas como puede ser un Tannat que da vinos de intenso color violeta, mientras que otras como una Pinot Noir, de pieles más livianas dará vino de baja intensidad y hasta en los más jóvenes no pasará de un color cereza.
El tipo de vinificación es esencial a la hora de la extracción de color. Una maceración más larga dará colores más intensos a los vinos tintos. Pero también ocurre con los naranjos y los rosados. Los vinos naranja son blancos que se vinifican como tintos, dejando macerar con sus pieles. Mientras más tiempo lleve este proceso mayor la intensidad del color obtenido.
Para los rosados dependerá del proceso de producción. Un prensado directo, estilo La Provence dará colores más pálidos, en tanto, el método de sangrado o maceraciones cortas, darán rosas más intensos. El color del vino rosado dependiendo la intensidad: Piel de cebolla; rosa claro; salmón, rosa intenso; frambuesa.
Los relejos del vino
Cuando analizamos la copa dijimos que había dos colores. Se segundo a describir son los reflejos que los podemos observar en la copa en la «herradura» en los vinos blancos (una especie de u alrededor de la copa) y en el disco en los tintos (el borde superior del color, será de menor intensidad).
Al igual que el color central del vino, los reflejos cambián a medida que el vino evoluciona:
Reflejos en vinos blancos
- Jóvenes: Reflejos verdosos o acerados, indicando frescura y juventud.
- Maduros: Reflejos dorados o pajizos, mostrando una evolución en la bodega.
- Envejecidos: Reflejos ámbar o dorados, sugiriendo vinos con crianza o con tiempo de guarda.
Reflejos en vinos tintos
- Jóvenes: Reflejos púrpuras o violáceos, indicando vitalidad y frescura.
- En evolución: Reflejos rubí con matices anaranjados, mostrando una etapa de maduración.
- Maduros: Reflejos granate o teja, con posibles tonos marrones, señalando vinos envejecidos.
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